Descansé tres días y salí a trotar para estirar las piernas y la verdad es que me vino bien porque estaba con un mono tremendo y con la necesidad de poner algo de instrospección personal en esto, recordar sensaciones y valorar lo conseguido.
Tras ese día me puse a trabajar series y cuestas. ¡Que tontería más grande¡. Recapacité y decidí trabajar más suave, haciendo mi recorrido habitual de 10 km pero con pretensiones de mantener mis marcas en esa distancia. A la tercera salida decidí parar otros cuatro días porque iba muy fastidiado, y notaba que perdía fuerza en las rodillas, y que cuanto más trataba de ir deprisa peor me salía el entrenamiento. Además estaba desconcertado porque no era capaz de completar 10 km sin parar un par de veces; me resultaba incomprensidble que unos días atrás pudiese completar perfectamente 42 km y que ahora no pudiese hacer ¡ni 5 km seguidos¡.
Bueno, esto es así y ya está. Poco a poco vuelvo a coger tono, aunque continúo con algo de carga en las rodillas y fatiga acumulada.
Haciendo un ejericio de humildad salgo a correr sin preocuparme en exceso de cronos ni de ritmos (algo sí la verdad, para que mentir), y he anulado las carreras a las que me había apuntado pensando que iba a hacer la marca de mi vida, realismo ante todo.
Ahora lo que importa es recobrar la posición de inicio para un trabajo más estable. Me repito a mí mismo que en esto del running los resultados son a largo plazo. Es bonito pensar en el futuro de uno mismo como corredor. Le doy su momento y hago un hueco para ese trabajo, este es un deporte en el que vas rápido pero en el que las cosas suceden lentamente.
Me reconozco como lo que soy, un corredor lento, ¡sí soy lento¡, y sólo reconociéndome cómo soy realmente puedo trazar metas futuras de mejora personal.
Quiero ser más rápido y mejor corredor, perfeccionar mis entrenamientos y obtener mejores tiempos, y algún día empezar a trabajar técnica de carrera (esto es un proyecto mucho más lejano).
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