lunes, 7 de julio de 2014

Lo comido por lo servido.

Vocabulario de refranes y frases proverbiales de Gonzalo Correas (1627):
Significado

Puede ocurrir que hayamos hecho un trabajo sin obtener ganancia alguna, porque los gastos se equiparan con los beneficios, por lo que ni se gana ni se pierde.

Eso, más o menos ha sido mi fin de semana.

Como todo el mundo sabe el viernes se anunciaba el fin del mundo en las noticias. La Tierra acabaría y la Humanidad con ella. Con esa alegría que da saber que el mundo se acaba, marché a cenar y había más meteorito sobre la mesa que el que iba a caer sobre nuestro planeta.

El sábado me despierto y me alegré de que el meteorito no hubiese arrasado la superficie mundial. Como no morí decidí salir a correr. Todo estaba en su sitio, salvo yo que me movía describiendo rotación y traslación. La rotación era interna pues mi estómago pagó a precio de tesoro inca mi gusto por rellenar y vaciar platos. La traslación tuvo lugar desde mi casa de ciudad hasta la Casa de Campo, que bajar es sano y fácil, pero lo de subir son palabras mayores.

Dieciséis kilómetros (16k), ocho a mucho y ocho a poco, en letra y sin cifra, porque eso es lo que tiene salir sin GPS. Para ilustrar la cosa traigo una frase del rodaje del sábado: vamos a 4.35, lo se porque me muero.

La vuelta es a poco porque mi colega de entrenamientos aseguraba promediar el 5 entre la subida y la bajada. El perfil es de valientes, ignorantes y muy al gusto de Rocky Balboa con parte fácil y luego parte dura.

Un rato después a pasear a la montaña y veo una carrera de 100k y otras cosas.









Al mediodía en las noticias insisten en que el Cielo caerá sobre nuestras cabezas. Asterix aferraba a su amigo Obelix y lloraban en las esquinas. Yo lo celebró en compañía de animal tierno que descansa sobre vasija plana y azulada, debidamente repartido en laminas de centímetro. Vino, postre y espera interminable hasta que el Cielo cayera.

No cayó esa tarde y me disgusté. Tanta preparación para nada es un desatino.

El periodista en el turno de noche juraba por sus antepasados que llegaba el momento, que de esa noche no pasábamos. El centro de la Tierra saltaría por los aires y nos llevaría en trozos de roca inmensa hasta el infinito. Pues yo ceno en casa de amigo maratoniano, y pone arroz negro. O estalla fuerte o a mi no me levanta.

Primer plato. Suerte que lo puedo ilustrar.



El segundo plato es muy similar a ese, la diferencia está en el vino. Había varios blancos extremeños y todos buenos. Como el jamón y los quesos. A eso se dedica el amigo. Venta de producto extremeño de calidad. 
No soy de copa, pero estando de champion, ligo una copa y pongo hielo y tónica a la que añado un toque de gin. Es un remedio inventado por el ejército inglés contra la malaria y esa noche temíamos muy seriamente contagiarnos de malaria.

A la mañana siguiente compruebo que de nuevo el Cielo no ha caído sobre nuestras cabezas. Agarro mis trastos de tirada larga, esto es, ropa técnica, crono, dolencia y excusa y me dirijo al lugar de encuentro con el colega de siempre.

Le digo que vengo con el arroz saliéndome por los ojos, copeado y con cuatro horas de sueño y que me volvía a casa, a agonizar de verdad.

El afirma tener la solución. Bajamos hasta Lago y nos tomamos un café para luego volver en metro.

Como el vicio de correr está por encima del defecto de morir le acepto la propuesta y bajamos al modo suyo. Cuatro treinta y poco más. Llaneo a cinco en solitario y el colega se adelanta unos kilómetros para correr a su ritmo. Quedamos en la terraza de un restaurante junto al Lago. Pido un café y dos porras mientras el se desquita con el cuatro "pelao", aterriza y pide un acuarius mientras yo chorreo café de mi porra aceitosa. Ciclistas y corredores se reparten por todas partes mientras acabo el desayuno, pago y vuelvo a casa en metro, repasando unos dieciséis kilómetros mejores que los que había pensado una hora y pico antes.

Aperitivo y comida fuerte para festejar que el mundo no se acaba y cena en un restaurante de comida americana. Si fuera zombi me pido China. No es entendible que un tipo que hace treinta kilómetros un fin de semana acabe el domingo pesando mas de como lo empezó. O me modero o no se yo como va a terminar esto.


Curioseo la suela de mis Adidas y compruebo que desgasto por el exterior, más marcadamente el pie izquierdo. Son plenamente funcionales pero de forma instintiva el naranja gastado evoca en mi mente el naranja Wiggle. 

Al final, lo curioso es descubrir que han sido dos rodajes muy aceptables cuando las circunstancias preveían resultados nefastos, y sin GPS de por medio.

2 comentarios:

  1. Como sigan amenazando meteoritos vas a saltar la báscula ;-))

    Que bueno verte tan en movimiento, me parece que dentro de poco te vas a encontrar con un plan y eso si que será el acabose.

    ResponderEliminar
  2. Está claro que durante la lesión algo que no perdiste fue el apetito.
    Ya te estás poniendo a ritmos de 4:35? Me alegro.
    Mapoma 2015, digo yo, no?

    ResponderEliminar