lunes, 16 de julio de 2018

En algún lugar a medio camino entre la velocidad y el maratón.

Bajo los primeros 7k reservando porque de lo contrario no me alcanzarían las fuerzas para subir.

Cuando los subo ya estoy muy jodido, sin fuerza, y no me paro mas que nada porque la otra opción sería pedirme un taxi para volver a casa.

Ahora es impensable eso de pedir un taxi para volver, si acaso, lo reservaré para un gran momento.

Para todo hay que saber hacer las cosas con clase, en particular y de forma especial cuando se trata de tocar fondo.

Mi colega me hablaba de su coche. Me dice que ya lo tiene con 500.000 k. Le contesto que el mío va por los 350.000k.

Joder, vamos cargados de kilómetros hasta en los coches. Esto es para mirárselo.

Llego a casa. Los 15 de hoy más los 20 de ayer, lo doy por cumplido.

En la puerta de casa hago el ademán de girar el reloj para mirar el promedio de velocidad. Es la costumbre, pero no llego ni a mirarlo, para qué. Mal bajando y peor subiendo, de promedio, regular tirando a mal. Corro como un bloque de plomo, pero con ilusión.

En otro orden de cosas:

Mi hijo hace una semana bajó de los 11 segundos en el 100 del campeonato de España sub 18. Le quise regalar como recuerdo una camiseta serigrafiada con su marca, pero me dijo que mejor que no, que con el viento a favor que tuvieron no era marca oficial y prefiere esperar a hacerlo como es debido.

Desde ese momento como padre vuelo, dejo de tocar el suelo, y quedo suspendido en el aire hasta el final de los tiempos.

Nada regalado, solo la dignidad de la recompensa del mérito y del esfuerzo. Él representa aquello por lo que cada día por la mañana salgo a correr, aquello que me lleva a buscar en la distancia, el respeto por el darlo todo sin esperar nada a cambio más que el premio de llegar.

Él no lo sabe aún, pero creo que mi hijo es maratoniano.

jueves, 1 de marzo de 2018

MAPOMA 2018: si pudiera, haría el maratón en sentido contrario.

Me encuentro de nuevo apuntado al maratón de Madrid de 2018. 

¿Qué he mejorado desde el año pasado?: que sigo siendo yo mismo.
¿Qué he empeorado desde el año pasado?: que sigo siendo el mismo.

Tal cual lo siento lo digo.

Pasado de quilos, contento por no haber tenido lesiones en este último año, hasta el punto que he dejado de usar las plantillas, rodando regularmente cuatro días semanales y haciendo alguna tirada larga de vez en cuando. Nada de entrenamiento específico.

Ya no miro hacia atrás, he comprendido que hay en el fondo eso de echar la mirada atrás entraña un poco de cobardía, en eso de compararse con uno mismo más joven o más sano, se tiene la excusa de la juventud o de la lesión. Ahora me comparo con el futuro, con el qué quiero hacer, qué puedo lograr, y qué tengo que hacer para conseguirlo. Así se está uno mismo frente a uno mismo, con plena capacidad de decisión. 

Lo que siembro será lo que recoja, la primera lección maratoniana.

El reto está ahora en ser un corredor más auténtico, más sencillo, más humilde, más maratoniano; ahora que está plagado de go-proes, de palitos selfis y mil tecnologías, es difícil que nunca ponerse tras la línea de salida con tanto lastre del siglo veintiuno. Me siento demasiado lejos de todo y de todos.

Si pudiera, haría el maratón en sentido contrario. Así de distinto me veo.