Ayer tarde pase por las pistas y conseguí con un rodaje suave alcanzar los 19k en el día.
Al finalizar un ochocentista me propone que le acompañe en sus series cortas. Le digo que no, en plan "tío yo ya no voy de eso, lo he dejado, estoy limpio". Me siento seguro de mí mismo.
Me mira fijamente con una medio sonrisa socarrona y me dice que son de 100 y 200.
Silencio.
Otros corredores me miran, me siento observado, saben que estoy de Maratón, saben lo de mi rodilla y en el fondo saben que dentro de mi estoy luchando por decirle que no, pero también saben que no puedo decir que no y menos a esto.
Vale tío, pero solo las tres primeras y lo dejo, un cien, un doscientos y un cien y se acabó.
Soy rápido y en el 200 me siento demoledor.
Creía que estaba limpio pero me equivoqué, sigo enganchado a la velocidad, me va a costar volver a dejarlo.
Esta mañana he salido en solitario, promediando el 4.50 hasta el kilómetro 7 y he aflojado hasta el final, como penitencia por lo de ayer.